08/12/2017

UNA JUSTICIA DEGRADADA

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Benjamín Fernández Bogado. Doctor en derecho. Abogado de la UNA promoción 1984. Ex convencional constituyente 1992. Profesor de derecho en centros académicos del país y del exterior.

El que seamos uno de los países mas inequitativos de América latina incluso mas que cualquier nación africana no es casualidad. Los niveles de injusticia son altos y el descreimiento de sus instituciones: enorme. De lo primero somos de alguna manera todos responsables. Los que elegimos a malos políticos y los que han perdido la vergüenza haciendo del acto de servicio un verdadero ejercicio de saqueo cotidiano. No es solo el acto de robar lo de todos como se percibe la corrupción mas frecuentemente si no por sobre todo otro de sus sinónimos: echar a perder generaciones completas en su camino.

Somos un país injusto con instituciones frágiles, altamente percibidas como corruptas y en donde al justo le cuesta una enormidad mantenerse incólume ante un sistema diseñado para acabar con cualquier acto de heroísmo. Estamos lejos de acciones valientes como los jueces Bonadío en Argentina o de Moro en Brasil. La obra teatral: “Su señoría tiene miedo” se representa todos los días en nuestros tribunales ante la atenta mirada del jurado de enjuiciamiento donde su secretario negocia casos y abiertamente y sin rubor afirma que “todos estamos en la joda”  o que “..jugamos con el poder mientras estamos.. después nos vamos a la p.. y hule otra vez estamos”. Estas imprecaciones están llenas de simbolismo de la degradación a la que ha llegado la justicia y conste que solo representa una pequeña porción según lo afirmado por uno de los miembros del jurado.

¿Cómo creen que la opinión publica juzga todo esto?. Primero como un escandalo de proporciones, luego como una abierta y clara indefensión, ausencia de estado de derecho, anomia para luego concluir en una abierta provocación a resolver de forma violenta lo que la justicia no lo puede hacer de manera civilizada. Estamos rifando nuestra democracia y una de las instituciones que puede sostenerla es parte del problema y no de la solución como si emerge en países como Brasil y Argentina sumidos en una espiral de violencia y corrupción.

 JUECES CON CORAJE

Los paraguayos requerimos de valentía, compromiso, responsabilidad y audacia de magistrados a la altura del momento histórico que vivimos. Esto es insoportable y los costos a futuro pueden aun ser peores. Por lo menos por codicia y egoísmo requerimos jueces valientes. Ya no hablamos de solidaridad o de otros atributos que parecen estar perdidos en la noche de los tiempos. La ciudadanía ha perdido la fe en la majestad de la justicia y cuando eso ocurre cualquier cosa puede pasar. Desde aquellos que afirman en voz baja que la democracia no es un sistema posible en este país de gente noble, paciente y corajuda pero sin opciones que la reivindiquen con sus mejores sueños. Queremos acaso el retorno del autoritarismo que en nombre de castigar la venalidad abierta y desembozada de algunos jueces ponga un falso orden que acabe de verdad con cualquier atisbo de democracia?. Así pasó en Venezuela cuando a gritos pidieron por Chávez y hoy no saben como deshacerse de un régimen injusto y represivo.

Hay que enderezar el rumbo de este país. Acabar con la conciencia de que esta es la única formula posible de aplicar una democracia de baja intensidad, que siempre fuimos así y que justicia ha sido completamente coaptada por una cáfila de políticos y de sectores corporativos que la han vuelto sirvienta y vasalla de sus intereses. El momento pide coraje y clama como en el desierto por magistrados que se animen a asumir las consecuencias de ponerse a los hombros el destino del país. No es para nada algo fácil y debería derrotarse el miedo a romper el status quo que paraliza y llena de temores.

La opinión publica está lista para estos gestos heroicos que no han sido frecuentes en la corta historia de la justicia en democracia en este país lleno de autocracias y dictadores. La percepción escandalosa de que los nombramientos se hacen por porciones de poder al interior de un Consejo de la magistratura nacida con las mejores intenciones en la Constitución de 1992 o del Jurado de enjuiciamiento de magistrados es una realidad abierta y conocida. Algunos pretenden reformar la Carta Magna como si ese mero acto fuera suficiente sin transformar a los seres humanos que hacen parte de ella sin entender la majestad de la que están investidos. Hay una grave crisis moral y ética en el Paraguay y la justicia lo resiente mas que ninguno. Es ahí donde en la vida practica vemos como lentamente el cáncer de la delincuencia, el narcotráfico y la criminalidad hacen metástasis en un cuerpo al que no lo tratamos con la prontitud y el rigor que amerita el caso.

EL CRIMEN PAGA MUY BIEN

En un país donde según ciertas cifras el que comete un crimen o hecho delictuoso solo tiene un 5% de posibilidades de ser enjuiciado, 1% de ser condenado ..la economía del crimen como lo llamó el premio nobel de economía Gary Becker pagó demasiado bien tanto que es un buen negocio ser un criminal o ladrón. Nuestras cárceles tienen porcentajes vergonzosos de presos sin condenas y las posibilidades de salir mejor que cuando se ingresó a ellas prácticamente nulas. Las ordenes de capturas suman mas de 70 mil casi para llenar dos estadios de los Defensores del Chaco y nuestros auxiliares de la justicia como la policía cargan el descrédito de una opinión publica que los asocia a los hechos delictuosos y sus actores.

Requerimos sentencias sostenidas en las leyes y no como en muchos casos interpretaciones vagas, confusas y favorables al status quo con lo que se prolonga el descrédito hacia la justicia entrampada en los procedimientos procesales y muy lejos del ideal de pronta, barata o justa.

Estamos mal pero podemos estar peor. Hay que renovar el sistema que cruje y no muestra capacidad de sostener la democracia que corre peligro. Hay que elegir mejor a los mejores magistrados posibles, debemos evitar que sean victimas del chantaje y al extorsión de los poderes facticos, políticos y corporativos. Desde la opinión publica se percibe que la justicia no es ni el amparo y menos el reparo de nadie. Los casos buscan resolverse en obscuros cenáculos muy lejos del paradigma de la transparencia que domina hoy las acciones en el mundo. Vivimos un cambio de era y la justicia no evalúa la magnitud ni el volumen de este hecho histórico cuya primer sismo aconteció con el cuestionamiento al poder factico por parte de un monje católico llamado Martin Lutero hace 500 años. Ahí en Wittenberg se inició la era moderna y una transformación profunda como la que requerimos hoy en el Paraguay. Este sistema no se corresponde a la lógica del siglo XXI y permítanme decirles: no se puede sostener por mucho tiempo.

JUSTICIA ANTES QUE VIOLENCIA

Hay que evitar que la ira estalle en un pueblo volcánico como el nuestro que parece soportarlo todo hasta que termina erupcionando primero humo, luego fuego y finalmente roca.

Hemos tenido muestras a lo largo de esta primera generación que vive de forma ininterrumpida en democracia en este país. Cuando el pueblo fue provocado por las interpretaciones jurídicas absurdas, el temor de sus autoridades, sus claudicaciones éticas y legales.. reaccionó incluso a costo de perder la vida en esas jornadas de furia. La justicia tiene que recobrar la racionalidad del debate en democracia y para eso los magistrados tienen que abandonar el miedo y abrazarse con el entusiasmo y la sed de justicia de todo un país que los protegerá de quienes pretendan acabar con su ideal de independencia y autonomía.

Los que crean que “así nomas son las cosas en Paraguay..” están equivocados. Es bueno ganar la partida por racionalidad que reconocer la realidad por su violencia. Requerimos una justicia cercana, valiente y que se yerga sobre la miseria y podredumbre en la que vive y sostiene en muchos casos. Este país no se merece que la conclusión sea que vivimos en una cloaca a cielo abierto donde nadie está seguro de nada y en donde el valor fundamental que es la vida no tiene la protección debida. Esto puede ser percibido como un hecho fatalista por quienes administran la justicia pero en verdad son ellos los que a falta de coraje cada vez viven con mas miedo, confusión y angustia. El temor es la mayor cárcel para el espíritu de un magistrado.

Hemos sido liberados de varios yugos opresores, sobrevivimos a una guerra de exterminio, triunfamos en otra en el siglo XX, fuimos devorados por la violencia de la guerra civil de 1947 que dejó profundas huellas en nuestro teko (carácter) nacional. Venimos de dictaduras indignas donde la justicia era un capitulo de ficción recreado en un sainete cotidiano… no desperdiciemos la democracia tan difícilmente conseguida por no estar a la altura de la majestad que los tiempos actuales nos demandan.

Requerimos probidad, honestidad, magnanimidad pero por sobre todo: coraje. Su señoría solo le debe temer al futuro que deja con sus fallos, al valor que tiene para sobreponerse al chantaje y al extorsión de los poderes fácticos y tiene que estar seguro que la opinión publica no solo apoyará sus gestos de valentía sino que además los pondrá en el bronce de los mejores recuerdos de la historia de esta patria.

Ustedes se deben solo a este país injusto e inequitativo que no tiene porque cargar además el descrédito de sus instituciones. Levanten al país de su postración o acabarán en el  mayor  de las traiciones y de los descréditos: la ignominia.-

 

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