No será posible pensar en una democracia diferente sin que eduquemos a los que tendrán que convivir en ella.
Actualmente existe un analfabetismo funcional en no entender y comprender lo que leemos y escribimos, en un 90% de la población. Y las cifras juntamente plantean que gran parte de esa población está en la franja joven. No es posible tener una democracia de calidad con estos datos alarmantes. La juventud arranca a los 16 años y termina a los 30. Después no se puede hablar de juventud porque se le está sacando espacio a los jóvenes y los que dicen ser jóvenes por sobre los treinta, no compiten con quienes sí deben competir, que son los mayores.
Como país pareciera que no sabemos a dónde queremos ir. Tenemos energía, sol, agua en exceso y un capital humano de juventud que no se ven reflejadas en políticas públicas y que demuestren que estén trabajando en pensar que hacer con ellos en los próximos 50 años. Esta población (la joven) es la que menos participa en política, pero a su vez es la que más opina en redes sociales sobre ella.
En el momento real que se debe realizar el sufragio el joven no participa. Entonces en el momento en que vamos a definir cómo vamos a lograr mejoras dentro de nuestro escenario, no están los que tienen que decidir y luego se quejan en el proceso. Educación cívica debe ser el camino a seguir.
La participación de los jóvenes constituye así un camino fundamental para avanzar en una democracia de ciudadanía, para lo cual se requiere un compromiso firme del conjunto de los actores de la sociedad para promover liderazgos emergentes que contribuyan al avance de los derechos de todos, la participación y el empoderamiento ciudadano para una mejor calidad de nuestras democracias. En definitiva, vamos al mismo punto de partida… ¡Educación! Como último dato para pensar… No seremos competitivos e innovadores si menos del 10% de la población llega a la universidad. No estamos donde debemos estar por la ausencia del hambre de salir adelante, ¿no les parece?
FUENTE: 5 Dias