Para que exista un compromiso es necesario que haya conocimiento. No se puede improvisar en el manejo de lo público.
Muchas expectativas se generan al inicio de un periodo presidencial como el que arranca oficialmente el día de hoy y con especial esperanza y fe, característico a todo nuevo periodo. Tras el fracaso que ha significado el gobierno que se va, citando, un profundo debilitamiento de las instituciones democráticas, un atropello reiterado del orden jurídico nacional y el aumento significativo de la franja de pobreza en nuestro país, nos queda decir, en hora buena termino.
Vengo sosteniendo que estamos caminando hacia una madurez democrática, donde ya el estado ha dejado de ser el empleador principal y esto fuerza a que muchos comiencen a entender que la cosa pública debe ser bien administrada y con personas que sean servidores públicos eficientes, sin privilegios y con un alto nivel de compromiso y transparencia en sus funciones. Ya la gente no tolera a los corruptos dentro del estado. Ahora se cuentan con herramientas como las leyes 5189 y la 5282 para hacerles seguimientos y controlarlos.
La gestión pública se ha vuelto tan compleja en la actualidad, que demanda de una alta eficiencia para hacer que las acciones se lleven a cabo en medio de una ciudadanía cada vez más informada, que demanda y exige soluciones a sus problemas cotidianos.
Iniciamos 5 años que demandaran de un sacrificio en la modernización del estado, la eficiencia de sus actores y el compromiso del arduo trabajo diario de los administradores de turno que se han ganado la confianza de la voluntad popular en las elecciones pasadas. Solo será posible con un sincero dialogo donde la transparencia y la justicia social serán los indicadores que juzgue el desempeño de los que asumen esta responsabilidad.
Nos jugamos la democracia en todo sentido. Si una vez más nos defraudan, solo seguirá creciendo el deseo colectivo de esperar un “mesías” que en el desconocimiento de la desesperación solo traiga hambre para muchos y beneficios para pocos.
Me resta decir… ¡Dios Bendiga al Paraguay!